Un médico veterinario había tenido un día muy difícil en su clínica, donde atendió a muchos animales enfermos. Para su fortuna, al llegar a casa por la noche, su esposa lo estaba esperando con una bebida fría y una cena romántica a la luz de las velas. Después de cenar tomaron algunas bebidas más y luego se fueron a la cama muy emocionados.

Cerca de las 2 de la mañana el teléfono sonó:
“¿Es el veterinario?”, preguntó la voz de una anciana.
“Si, soy yo. ¿Es una emergencia?”
“Se puede decir que sí… Hay un montón de gatos en celo en mi techo haciendo un ruido terrible y no puedo dormir. ¿Qué puedo hacer?”
El veterinario respiró profundamente y respondió pacientemente:
“Abra la ventana y dígales que tienen una llamada telefónica”. Conmigo dió resultado.

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